lunes, 9 de julio de 2012

Un corazón lleno de estrellas IX


La dieta de los libros

Michel se detuvo bajo el soportal donde había encontrado a Herminia por primera vez.

-Aquí llega el cazador de estrellas – dijo con voz alegre-. ¿Cuántas llevas ya?

-Ocho.

- ¡Bravo! Estas dentro de los plazos previstos.

- Me temo que no- repuso angustiado-, Eri esta al limite de sus fuerzas y me temo que abandone antes de que pueda entregarle su corazón lleno de estrellas.

- ¡Animo!, tan solo te queda 1 estrella, eso sí, recuerda que el corazón no funcionara si no encuentras la estrella secreta.

- La décima, lo se. ¿Pero hasta entonces, podrías ayudarme a encontrar las que me quedan? Por más vueltas que le doy ya no encuentro más clases de amor.

- Te daré una pista: es algo que permite que los muertos sigan hablando miles de años después. ¿Lo captas? Suelen ser rectangulares y arden con el fuego.

-¡Libros! –exclamó él. El amor a la cultura y el arte, ¡Como no me había dado cuenta antes!



Si alguien representaba mejor el amor a los libros y la cultura era la bibliotecaria Madame Mercier, que no se cansaba de animar a los visitantes para que probaran su dieta de un libro por semana.

Esperando para poder hablar con la bibliotecaria, si sentó en la mesa donde reposaban desordenado los periódicos locales de la semana anterior.

A medida que iba leyendo sentía un sudor frio que le bajaba por la frente, no había sido consciente de hasta qué punto eran conocidas sus fechorías:



“El fantasma de las tijeras siembra el pánico en la ciudad”

“El alcalde de Selonsville ofrece una recompensa de 300 Francos a quien aporte información para detener al Tijeras”

“El tijeras es un niño: primeras declaraciones de una victima”



Michel se alejo a toda prisa de la mesa, no podía permitir que lo capturaran justo  cuando iba a completar su misión. No había tiempo que perder, en cuanto alguien lo reconociera le echarían el guante y todo habría terminado.

-¿Has venido a jugar a la biblioteca? !Largo de aquí niño!- Grito la bibliotecaria.

-No Madame Mercier, vengo a empezar la dieta de los libros, yo también quiero leer un libro por semana.

-Pstt! Estas molestando a los lectores. Acompáñame al despacho, vamos a tener una conversación privada tú y yo.

Si alguno de ellos había visto a Michel con las manos en la masa, seria denunciado y capturado en ese mismo momento. En cualquier caso, era demasiado tarde para cambiar de idea.

-¿Se puede saber a que viene tanto escándalo? Le pregunto la bibliotecaria.

-Quiero leer, no puedo ser toda la vida un niño de orfanato. Por eso tengo prisa en aprender y quiero empezar hoy mismo.

-Tranquilo chiquillo. No se trata de leer mucho, sino de amar lo que lees, que viene a ser lo mismo que amar a las personas.

A fin de cuentas, los libros están escritos por seres humanos y la mayoría hablan de otros seres humanos. Por tanto, leer es un acto de amor, y debemos acercarnos también al arte, a la música, a todo lo bello que puede crear un ser humano que ama la vida.



Era la persona que buscaba, se dijo Michel mientras se preguntaba como lograría arrancar una estrella de la bibliotecaria.

En ese momento, la bibliotecaria se sacó del bolsillo un pañuelo para limpiarse las gafas y Michel entendió que había llegado su oportunidad:

-No se asuste, Madame, pero una araña está subiendo por su pañuelo.

La bibliotecaria soltó el trozo de tela con un grito y salió disparada del despacho.



VII. El secreto del amor a los libros

El sabio no se reconoce por todo lo que sabe sino por todo lo que ama.

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