jueves, 12 de julio de 2012

Un corazón lleno de estrellas XI


EPÍLOGO.

Habían pasado diez años desde aquella esperada primavera en Selonsville.

Al igual que los médicos no sabían por qué la niña había entrado en coma, acogieron con sorpresa su regreso al mundo de los despiertos.

Ninguna primavera fue como la de 1956, donde habían abierto nuevos comercios y se había propagado la creencia de que todo saldría bien.

Michel había abandonado el orfanato y vivía encima de la tienda donde había empezado a trabajar de aprendiz de boticario.

Michel repartía su felicidad  todo aquel que se lo permitiera en Selonsville, pero guardaba en lo más profundo una secreta pena. Poco después del “milagro de Eri”, Herminia había desaparecido y no había vuelto a saber de ella.

Él la imaginaba anciana y frágil hasta que un día creyó verla sentada en unas escaleras. Michel y Eri corrieron sin parar para abrazarla.

                -¿Qué haces aquí vestida como una mendiga?

                -He venido por dos motivos. Uno es la nostalgia. Tras diez años de comodidades me apetecía volver a un sitio donde fui feliz a pesar de todo. Pero hay un motivo mas importante aún…este chal de lana fina.

Los ojos de Eri y Michel observaron una tela azul sobre la que la anciana había tejido 10 frases.

                -Bueno, me ha dicho un pajarito que mi joven amigo se ha echado novia y tiene planes de boda. El regalo de boda que os voy a hacer es más importante que todas las riquezas que podáis amasar con vuestro esfuerzo. ¿Todavía guardas el corazón chiquilla? En todo caso, lo que he estado tejiendo no es para vosotros, es para la habitación de vuestros hijos. No hace falta esperar a que se encuentren entre la vida y la muerte para que entiendan el camino del corazón.

La joven pareja se acercó a las hiladas para leer los secretos que ni ellos ni los suyos iban a olvidar jamás.

Los diez secretos del amor:

I.                    Si no te enamoras de la vida, la vida no se enamorará de ti.

II.                  El amor es una conquista constante

III.                Los hijos son nuestros maestros en la vida

IV.                Al elegir los amigos, elegimos nuestra familia espiritual.

V.                  Los animales nos enseñan a ser humanos

VI.                La naturaleza es nuestra primera casa

VII.              El sabio se conoce por todo lo que ama

VIII.            Un corazón grande alberga a todos los demás

IX.                No importa lo que eres, sino lo que llegarás a ser

X.                  No solo hay que dar amor, también hay que expresarlo

Un corazón lleno de estrellas X


El secreto último del amor

Con las nueve estrellas en el bolsillo partió en busca de Herminia. Mientras corría hacia la anciana, el último retal cosechado le recordó algo que le había dicho un sacerdote que acostumbraba a visitar el orfanato. Era un anciano muy bondadoso que siempre tenía palabras de ánimo para todos los internos.

                El religioso le había seguido hasta el patio donde en aquel momento se iniciaba un partido de fútbol, y le había preguntado ¿por qué no juegas? La verdad es que no me gusta correr detrás del balón, había respondido Michel, prefiero mirar cómo juegan ellos. Y si el partido es malo, pienso en mis cosas. Entonces eres un chico solitario. No siempre. Me gustan mis compañeros, repuso sin revelarle que una de ellas le gustaba de manera especial, pero a veces necesito estar solo.

                Mientras pensaba en eso, encontró a Herminia dormida y envuelta en su manta. Eran las ocho, había pasado la hora de regresar al orfanato. Y era mejor así, porque necesitaba llevar a Eri su corazón lleno de estrellas antes de que fuera demasiado tarde. Este sentimiento de urgencia hizo despertar a la anciana de un suave codazo.

-          Vienes a que componga tu corazón- dijo abriendo los ojos con dificultad. Eso es algo que requiere mucha calma y atención, así que échate a dormir mientras tomo hilo y aguja. Mañana cuando abras los ojos, se habrán convertido en corazón.

Tal como le había prometido la anciana, Michel lo primero que vio al abrir los ojos fue un corazón lleno de estrellas.

Era más grande de lo que había pensado. Relleno de algodón, las estrellas encajaban a la perfección e incluso los colores parecían haber sido elegidos ex profeso.

Antes de despedirse de la anciana y de besarla lleno de agradecimiento, Michel le preguntó:

                -Desde el principio me has hablado de la décima estrella, que permite que las otras nueve tengan fuerza. ¿Dónde la encontraré?

                -En ningún sitio, la llevas contigo.

                -¿En mi corazón?

                -Frio, frio… Debes poner corazón en todo lo que hagas, también en esto, pero la décima estrella no se refiere exactamente a esto.

                -Pero has dicho que la llevo conmigo. Si no está en mi corazón, ¿Dónde esta?, ¿en la cabeza?

                - Tibio tirando a caliente. Te digo lo mismo: al igual que el corazón, la cabeza interviene, pero la décima estrella es otra cosa. Vete o llegarás tarde.

Tras correr durante todo el camino, Michel llegó y no había médicos ni enfermeras. Nadie en la habitación. Encontró el cuerpo de Eri, y, a su lado, un oscuro monitor donde mostraban sus constantes vitales cada vez más débiles.

Esto no asustó tanto a Michel como descubrir que le habían retirado el suero. Entendió que la estaban dejando morir.

Antes de que llegara el momento final, puso sobre el pecho de su amiga el corazón lleno de estrellas. Sin embargo, nada cambió… Todo indicaba que el momento del adiós era inminente.

Mientras agarraba la mano sin vida de la niña, de repente recordó el misterio de la décima estrella. La mano de Michel se posó sobre sus propios labios. Fue entonces cuando, de repente comprendió que tenía que decir algo. Las nueve clases de amor necesitaban algo más.

Acercó su boca a la oreja pequeña y fría de su amiga y le susurro:

                -Te quiero, Eri.

Eri empezó a abrir poco a poco los ojos. Michel, comprendió el secreto de la última estrella, el secreto último del amor.

No bastaba con amar, también había que decirlo.


lunes, 9 de julio de 2012

Un corazón lleno de estrellas IX


La dieta de los libros

Michel se detuvo bajo el soportal donde había encontrado a Herminia por primera vez.

-Aquí llega el cazador de estrellas – dijo con voz alegre-. ¿Cuántas llevas ya?

-Ocho.

- ¡Bravo! Estas dentro de los plazos previstos.

- Me temo que no- repuso angustiado-, Eri esta al limite de sus fuerzas y me temo que abandone antes de que pueda entregarle su corazón lleno de estrellas.

- ¡Animo!, tan solo te queda 1 estrella, eso sí, recuerda que el corazón no funcionara si no encuentras la estrella secreta.

- La décima, lo se. ¿Pero hasta entonces, podrías ayudarme a encontrar las que me quedan? Por más vueltas que le doy ya no encuentro más clases de amor.

- Te daré una pista: es algo que permite que los muertos sigan hablando miles de años después. ¿Lo captas? Suelen ser rectangulares y arden con el fuego.

-¡Libros! –exclamó él. El amor a la cultura y el arte, ¡Como no me había dado cuenta antes!



Si alguien representaba mejor el amor a los libros y la cultura era la bibliotecaria Madame Mercier, que no se cansaba de animar a los visitantes para que probaran su dieta de un libro por semana.

Esperando para poder hablar con la bibliotecaria, si sentó en la mesa donde reposaban desordenado los periódicos locales de la semana anterior.

A medida que iba leyendo sentía un sudor frio que le bajaba por la frente, no había sido consciente de hasta qué punto eran conocidas sus fechorías:



“El fantasma de las tijeras siembra el pánico en la ciudad”

“El alcalde de Selonsville ofrece una recompensa de 300 Francos a quien aporte información para detener al Tijeras”

“El tijeras es un niño: primeras declaraciones de una victima”



Michel se alejo a toda prisa de la mesa, no podía permitir que lo capturaran justo  cuando iba a completar su misión. No había tiempo que perder, en cuanto alguien lo reconociera le echarían el guante y todo habría terminado.

-¿Has venido a jugar a la biblioteca? !Largo de aquí niño!- Grito la bibliotecaria.

-No Madame Mercier, vengo a empezar la dieta de los libros, yo también quiero leer un libro por semana.

-Pstt! Estas molestando a los lectores. Acompáñame al despacho, vamos a tener una conversación privada tú y yo.

Si alguno de ellos había visto a Michel con las manos en la masa, seria denunciado y capturado en ese mismo momento. En cualquier caso, era demasiado tarde para cambiar de idea.

-¿Se puede saber a que viene tanto escándalo? Le pregunto la bibliotecaria.

-Quiero leer, no puedo ser toda la vida un niño de orfanato. Por eso tengo prisa en aprender y quiero empezar hoy mismo.

-Tranquilo chiquillo. No se trata de leer mucho, sino de amar lo que lees, que viene a ser lo mismo que amar a las personas.

A fin de cuentas, los libros están escritos por seres humanos y la mayoría hablan de otros seres humanos. Por tanto, leer es un acto de amor, y debemos acercarnos también al arte, a la música, a todo lo bello que puede crear un ser humano que ama la vida.



Era la persona que buscaba, se dijo Michel mientras se preguntaba como lograría arrancar una estrella de la bibliotecaria.

En ese momento, la bibliotecaria se sacó del bolsillo un pañuelo para limpiarse las gafas y Michel entendió que había llegado su oportunidad:

-No se asuste, Madame, pero una araña está subiendo por su pañuelo.

La bibliotecaria soltó el trozo de tela con un grito y salió disparada del despacho.



VII. El secreto del amor a los libros

El sabio no se reconoce por todo lo que sabe sino por todo lo que ama.

Un corazón lleno de estrellas VIII


EL PERFUME DE UNA ROSA

Unos días más tardes, Michel se presentó en casa de Antoine Lagrange a por la rosa que le había prometido. Ni siquiera le mencionó el destrozo de su jersey.

Michel pasó hasta el jardín y ahí estaba, la primera rosa del año, única, pequeña y roja como la sangre.

-          ¿Quieres cortarla tu mismo?- preguntó Antoine-.

Michel estuvo apunto de decir que sí, pero e dueño de la casa no le había dado tijeras. ¡Esperaba que sacara las suyas como prueba del delito? Se quedó inmóvil hasta que el contable añadió:

-          Ah, claro, voy a traerte unas tenazas de jardín.

Con la rosa ya en mano y después de darle media docena de veces las gracias, Michel se dirigió hacia el hospital.

Por el camino se acordaba de Eri. Si ella moría, sería tragado definitivamente a las tinieblas para siempre.

Eri no podía morir. Debía despertar para vivir con él un amor de larga duración. Un amor para siempre. Al llegar al hospital, las piernas volvían a temblarle, mientras subía las escaleras temía que su amiga ya no estuviera allí.

Llegó a la habitación y para su alivio Eri seguía en la cama. Sin embargo, la niña estaba muy desmejorada. Michel la hubiera abrazado de no ser por estar custodiada por la monja enfermera. Al verlo entrar, le lanzó una mirada severa mientras le decía:

-          ¿Qué haces aquí?

-          Traigo una rosa para Eri

Los ojos de la monja se ablandaron al ver la rosa diminuta que temblaba en sus manos. Luego le señaló un vaso con agua al lado de la cabecera de la cama y le ordenó:

-          Déjala aquí, a ver si el perfume de la rosa da un poco de color a la bella durmiente.

-          Luego volvió a sus labores de punto muy concentrada.

-          A aquella mujer le había abandonado la esperanza

LOS AMIGOS SON LA FAMILIA ESPIRITUAL

QUE ESCOGEMOS PARA EL VIAJE DE LA VIDA

Michel salió tan mal del hospital que no se dio cuenta de que se dirigía hacia el cementerio. Una vez allí, se quedó observando a un joven vestido de soldado que se inclinaba para besar la tumba. El cazador de estrellas, se acercó curioso ya que podía tratarse de otro tipo de amor.

El soldado se giró lentamente hacia Michel y lo miró con sorpresa.

-          ¿Qué haces aquí?- le preguntó

-          - Vengo a hacerle compañía. Me da pena verlo solo entre los muertos.

Este comentario hizo sonreír al soldado, que se sentó junto a la tumba de un hombre llamado Vincent de unos 22 años.

-          He venido a rendir visita a alguien que es mi amigo y padre de mis hijos.

-          ¿Cómo?- preguntó Michel asombrado-. Eso sí que no lo entiendo. Si son sus hijos…

-          Si, mis hijos tienen un padre biológico, que soy yo. Pero también tienen un padre espiritual, Vincent. Por lo tanto, tienen una madre y dos padres. ¿Te gustaría oír esta historia?

-          Desde luego. Que alguien tenga dos padres a la vez puede explicar por qué yo no tengo familia.

El soldado se tomó a broma el comentario y comenzó a contarle la historia:

-          Vincent y yo éramos los mejores amigos de un regimiento que defendía este lado de los Alpes. Cuando me llamaron a filas yo estaba casado y mi mujer esperaba gemelos. Él era una viva la virgen sin atadura alguna. Su sueño era hacerse marino y viajar por el mundo cuando acabara la guerra. Pero entonces….

-          Una noche el sargento nos hizo avanzar hacia una posición sobre una lo,a que acababa de abandonar el enemigo. En lo alto había una cabaña donde habían vivido los soldados. Al acercarnos silenciosamente oímos con claridad un gemido en el interior.

-          Un herido- apuntó Michel.

-          Exacto. Sus jefes lo habían abandonado y sabíamos que iba armado.

-          Tras un buen rato, el sargento me eligió a mi para que entrara y encañonara al herido. Incluso me dio permiso para disparar a ciegas pero Vincent se ofreció para ir en mi lugar. Es más, prometió dispararme por la espalda si me acercaba a la puerta.

-          ¿Y eso por qué?

Una lágrima tembló en el ojo del soldado antes de responder:

-          Dijo que no tenia esposa y dos hijos en camino, por eso prefería arriesgarse en mi lugar por si las cosas se torcía…Y así fue. Ante de que abriera la puerta fue abatido de un tiro.

Puesto que Vincent se sacrificó por mí, mis hijos tienen dos padres, porque yo les di la vida a ellos y Vincent me la dio a mí. ¿Entiendes?

Michel bajó la cabeza conmovido. El soldado concluyó:

Por tanto, nunca te atrevas a decir que no tienes familia, porque eso es mentira. Hay vínculos más poderosos que los de la sangre.

-          De acuerdo, nunca mas lo diré. Pero, ya que la guerra ha terminado, ahora que has honrado a tu amigo, ¿puedo llevarme un trocito de tu uniforme?

Si supieras que mañana nos tenemos que despedir, ¿qué es lo que no querrías perder la oportunidad de decirme?

domingo, 8 de julio de 2012

UN CORAZÓN LLENO DE ESTRELLAS VII


EL PEQUEÑO MAESTRO



Michel salió a dar un paseo y en una calle alejada del centro se encontró una mujer que empujaba con energía una silla de ruedas con un niño con parálisis cerebral.

La mujer, que tenía una gran sonrisa en la cara, se paró ante Michel y le dijo a su hijo:

-          ¿No le dices buenas tardes a este chico? Dile hola, soy Paul y estoy muy contento de conocerte.

-          Lo mismo digo Paul – respondió Michel siguiendo el juego a la madre-. Encantado

-          Y yo soy Pauline, su madre

El buscador de estrellas sabía que había dado con un nuevo amor, el amor incondicional a los hijos.

-          ¿Cómo es que le ha puesto su mismo nombre? Pauline y Paul- preguntó Michel

-          -Si ya lo se… - volvió a sonreír -. Suena un poco raro. Al ponerle mi nombre quería demostrarme a mi misma y a los demás que somos iguales. Sabía que eso me ayudaría a tratarlo con naturalidad en lugar de con compasión.

Por un instante, el chico de la silla de ruedas pareció regalarles una sonrisa. Michel entonces decidió soltar sin más:

-          Ningún pájaro canta mal. Cada uno es una nota diferente en la gran sinfonía de la creación. Todos somos necesarios, ¿verdad Paul?

El chico levantó dos dedos con gran esfuerzo a modo de respuesta.

Michel sintió una gran simpatía y le preguntó a la mujer:

-          ¿Cuál es para usted el secreto del amor a los hijos? ¿Por qué hay padres que abandonan a los suyos?

-          Porque el amor a veces da miedo- dijo Pauline-. Lo que una madre puede sentir por su hijo es tan poderoso que la vuelve capaz de levantar un coche con sus propias manos si se encuentra en peligro. Un día lo sabrás: los hijos son maestros espirituales que te periten crecer más allá de ti mismo. ¿Verdad Paul? Aquí donde lo ves, me ha enseñado que la felicidad es tan sencilla como el rayo de sol que nos ilumina ahora mismo.

Efectivamente, el cielo se había despejado y una fina cortina de luz los bañaba a los tres en aquel momento.

-          Me ha encantado conocerte Paul- le dijo Michel cogiéndole la mano

Y entonces ocurrió algo maravilloso: su mano se abrió liberando un trozo de tela floreada que le había arrancado esa misma mañana a su madre. -¿Puedo quedármelo? Me gustaría tener un recuerdo de Paul- preguntó Michel
 Ayer no os conté nada de lo que hicimos, pero debe ser la edad, me hago mayor y cuando por fin se han dormido y puedo parar un ratito a escribir por aqui, me caigo de sueño. Hoy no es una excepción, pero no me acuesto sin contaros.


Ayer buscábamos la entrada a la antigua ciudad de Petra, para eso nos trasladamos hasta Logroño. Primero fuímos al Parque del Ebro a resolver los acertijos que nos darían la clave para abrir la ciudad. Allí les convencimos de que nos íbamos a quedar a pasar la tarde y bañarnos en el Ebro, así que os podéis imaginar la cara que pusieron cuando vieron la piscina a la que fuímos.




Ya os podéis imaginar lo bien que durmieron anoche... No pararon en toda la tarde, entre el fútbol, la piscina, los toboganes, "aquaerobic"... ¡Vaya cansancio acumularon!

Al llegar de nuevo a Santo Domingo, una buena cena y un ratito de acordarnos de Él. Entre todos contruímos el corazón de la colonia, no lleno de estrellas, sino de nuestros recuerdos y nuestro cariño.

Hoy aunque no hemos ido a la piscina, también ha sido un día de mucho jaleo. Yo no acierto a saber que es lo que ha pasado, pero aquí todo el mundo ha bajado a desayunar en pijama. Luego han estado con la ropa puesta del revés, han empezado el día con la velada, lo han terminado cantándole a San Fermín... No se qué cuentan de alguien del monte Machu Pichu que han matado y que los peruanos se han vuelto locos del todo...



Yo no entiendo nada, ahora celebran que han encontrado al asesino, ¿Pero a quién han matado?

Ufffff!!!!! Menudo jaleo... Luego, no me preguntéis cómo, pero han desaparecido los cubiertos del comedor, sólo han dejado las cucharillas... y claro, comerse unas patatas a la riojana y un pollo al chilindrón con la cucharilla... jajajaja ¡¡¡Menudo día!!! Y cómo no podía ser de otra forma, a las 00:00... ¡VIVA SAN FERMÍN!

sábado, 7 de julio de 2012

Un corazón lleno de estrellas VI


El jueves por la tarde Michel salió a la caza de su quinta estrella. Evitó pasar frente a la casa de Antoine, ya que le había engañado de mala manera para obtener el trozo de tela. Le había pedido ver fotografías de su esposa y, mientras el contable subía a buscar el álbum, había aprovechado para recortar los bajos de un jersey que estaba doblado sobre una silla. Aquello había sido feo. Se sentía mal por haber hecho eso, más aún cuando había prometido darle la primera rosa de aquel año para Eri. ¿Con qué cara se presentaría al día siguiente a buscarla?

Mientras se internaba por las calles de Selonsville decidió aparcar hasta el viernes ese mal trago. Esa tarde debía encontrar otra clase de amor más allá del enamoramiento y de la pareja de larga duración. Hundió las botas en el pastoso aguanieve de las aceras durante una hora larga hasta que se dio cuenta que no hay amor más importante que el amor por la propia vida.

Como ejemplo de amor a la vida. Michel valoró diferentes ciudadanos de los que había oído hablar elogiosamente.

Estaba el médico más veterano del hospital donde languidecía Eri. Se contaba de él que había salvado mas de 3000 vidas.

Otro candidato era la directora de la protectora animal. Desde hace muchos años rescataba de una muerte segura a un centenar de perros y gatos.

En tercer lugar estaba una mujer centenaria que había plantado más de quince mil árboles a lo largo de su existencia.

Pero ninguno de estos tres fue elegido por Michel como amor a la vida. Michel eligió al joven bombero cuya esposa se había fugado con un taxista para posteriormente irse con un soldado americano.

Un año después de aquel escándalo un rayo alcanzó la casa del taxista que vivía solo de nuevo. El bombero entró a salvar al taxista poniendo en peligro su vida, salvó al mismo hombre que le había robado a su mujer.

Se dice que cuando estaban los dos solos el taxista le preguntó al que por qué lo había hecho. El bombero le respondió, “lo he hecho por mí, no por ti”

Michel fue en busca del bombero a su cuartel de guardia y con sigilo le arrancó un trozo de tela, pero de repente este lo cogió, lo paró y le dijo “no me extraña nada que seas tú el monstruo de las tijeras, al policía le encantará conocerte”. – “no lo hagas” dijo Michel. –“  Dame un motivo para no hacerlo le dijo este”. –“  Dame un motivo por el que te jugaste la vida” contraatacó Michel. -“No hay motivo” contestó el bombero.

El bombero soltó a su presa, Michel podía haber aprovechado y escaparse pero le interesaba más la respuesta del  bombero. –Verás-empezó- hubiera perdido a mi  mujer y al taxista, en la primera no pude hacer nada pero la de él estaba en mi mano.

-          Entonces le perdonaste

El bombero suspiró antes de decir:

-          Perdonar es la única manera de permitir que los demás puedan ser otra cosa, lo aprendí de mi padre. Si matas a un ladrón, lo condenas a ser sólo eso para siempre. Volviendo al taxista, si no lo hubiera salvado, ni mi hermana ni mi sobrina estarían con vida ahora. Todos necesitamos a todos.

-          No entiendo- repuso Michel  ¿qué tiene que ver tu hermana y tu sobrina con esto?

-          Todo. Verás: seis meses después mi hermana se puso de parto y su marido no estaba en la ciudad. Cuando consiguió bajar las escaleras de su casa sangrando, pasaba un coche solitario por ahí que la llevó al hospital

-          ¡Tu amigo el taxista!- exclamó Michel.

-          En efecto. De no haber sobrevivido al incendio mi hermana y mi sobrina hubieran muerto esa madrugada. Moraleja: no te lo pienses dos veces cuando puedas salvar a alguien, porque quizás te estás salvando a ti mismo.

 “Mírate al espejo”, había dicho Herminia cuando le había preguntado por la novena estrella. Michel no tenía duda cual era esa clase de amor. El amor a uno mismo. Y no necesitaba ir muy lejos para encontrarlo. Recordó la frase de Henry Ford: “Tanto si crees que puedes conseguirlo como si crees que no puedes, tienes razón”. Michel seguidamente se cortó una estrella de su jersey.

Mientras Michel corría en busca de Herminia recordó las palabras del sacerdote de su orfanato: “El árbol solitario crece más fuerte, y eso sirve para dar frutos más sabrosos que los demás, del mismo modo, si te amas a ti mismo, que no sea para ponerte en un pedestal desde el que mirar el mundo. Como el árbol solitario, has de valorarte, para luego entregar ese valor a los demás. Solo tenemos aquello que podemos entregar”

Un corazon lleno de estrellas V


Michel no podía prestar atención en clase. Sólo pensaba en qué tipo de amor sería el siguiente. Se puso a mirar por la ventana y observó el domicilio de Antoine Lagrande, un contable retirado que había enviudado veinte años antes. Desde entonces estaba solo, pero no paraba ni un momento; cuando no estaba podando los árboles del jardín, se le veía reparando una gotera o bien repintando la puerta de entrada. Michel había oído decir que Lagrange fue un hombre profundamente enamorado de su esposa. Quizá si iba a hablar con él, podría descubrir el siguiente amor…

Sin más, se presentó en su casa. El viejo contable le abrió la puerta impecablemente vestido y, amablemente, le invitó a una taza de café. Michel admiró el esmero con el que estaba cuidado cada detalle. Los cristales de las fotografías, la mayoría de su difunta mujer, se veían relucientes, son una sola mota de polvo.

Cuando Antoine llenó las tacitas, el chico no pudo evitar preguntar:

-¿Esperaba usted a alguien?

-Te esperaba a ti. ¡Celebro que hayas venido!

Observando la casa del Monsieur Antoine, descubrió un precioso piano, con la tapa levantada, como si hubiera estado tocando recientemente:

-¿Practica usted piano?- le preguntó Michel, por hablar de algo.

-Lo toco sólo para limpiar las teclas. Soy negado para la música, aunque me gusta mucho escucharla. Mi esposa, en cambio, se sabía con los ojos cerrados todos los nocturnos de Chopin.

Michel dedujo que aquel esmero obedecía al deseo de Antoine de que todo siguiera igual que cuando su esposa vivía. Entendió también que la taza de la que estaba bebiendo café estaba allí para ella. A su manera, Antoine había decidido vivir dos vidas: la suya y la de su esposa muerta.

-¿Y a qué debo el placer de tu visita?

-Va a parecerle algo extraño- improvisó Michel-, pero me han encargado buscar las nueve clases de amor y… he pensado que tal vez usted pueda ayudarme.

El anfitrión asintió en silencio y entornó los ojos, como si tratara de recuperar algún recuerdo olvidado. Finalmente dijo:

-Lo romántico es el principio. Todos nos enamoramos alguna vez. Algunos más veces, incluso. Ahora, pasar a la segunda fase requiere cierto grado de maestría- añadió guiñando un ojo.

-¿Cuál es la segunda fase?

-El amor de larga duración. Es más valioso aún que el romántico, porque ha pasado la prueba del tiempo. Yo soy un ejemplo de ello. Hace veintiún años y tres meses que Camille no está con nosotros, pero sigo haciendo las cosas como a ella le gustaba que fueran.

Mientras Antoine le contaba todo esto, Michel aprovechó para cortarle un trozo desu ropa.

-Me gusta mantener vivas las cosas que le daban vida- prosiguió el anfitrión-. A fin de cuentas, somos las cosas que amamos. Morimos el día que nadie piensa en nosotros.

Michel recordó con una mezcla de felicidad y dolor la imagen de Eri en la cama. No había dejado de pensar en ella una sola hora desde que había quedado atrapada en aquel sueño eterno.

Antoine apuró la taza de café mientras se levantaba para echar más leña al fuego. Luego declaró:

-El amor verdadero es esto.

-¿Qué quiere decir?

-El amor es echar siempre un tronco al fuego. Sólo así se mantiene encendida la llama. Suena obvio, pero demasiada gente lo olvida. Por eso se llevan mal tantas parejas. Si quieres amar de verdad, recuerda esto, chico: aunque estés cansado, tendrás que ir a buscar un leño para alimentar el fuego. Si no lo haces, por la mañana solo encontrarás las cenizas de lo que había sido tu amor.

Michel asintió en silencio.

-Por cierto-añadió el contable-, si vienes el viernes, te cortaré una rosa que está creciendo en el jardín. He sabido lo de esta niña…

-Eri…- suspiró el pequeño.

-Le llevarás la primera rosa del año. ¿Quién ha dicho que los que duermen no pueden oler las rosas?

viernes, 6 de julio de 2012

Un corazón lleno de estrellas IV


En un par de ocasiones había visto en el cine del orfanato ese tipo de películas: las películas románticas. Pero aquel marzo de posguerra no abundaban las parejitas por Selonsville. Todo el mundo parecía demasiado ocupado buscando trabajo o cuidando de sus familiares.

Al pasar por delante del Gran Café vio una escena parecida a la de las películas. Por lo bien vestidos que iban y por el maquillaje de la novia, le pareció que se trataba de una pareja de recién casados. Pronto descubrió, por lo que podía ver desde la calle a través del cristal, que se había equivocado de pareja, puesto que ambos salieron del bar con cara de pocos amigos. Michel decidió que sería una buena idea tomarse la taza de chocolate caliente que la joven se había dejado tras la discusión con su pareja.

Mientras se calentaba las manos asiendo la taza de chocolate observaba detenidamente a la clientela, buscando el ejemplo de amor romántico. Entonces fue cuando los vio. Aquello sí que era una extraña pareja, la más desigual que jamás había visto en sus nueve años de vida. Ambos debían de rondar los 30 años. La mujer era terriblemente fea, tal vez por alguna enfermedad congénita o producto de algún accidente que le había desfigurado la cara. Su rostro era casi grotesco. A Michel no le costaba encontrar algo agradable en cada persona con la que se cruzaba, pero reconoció que aquel caso era excepcional.

En contraste con ella, el hombre que le hacía mimos y le susurraba al oído era notablemente apuesto. Aunque desde su posición lo veía de espaldas, su atlética espalda y el pelo ondulado y brillante le daban un porte casi principesco. Tras un brindis, aquel dandy la besó sin importarle la dentadura amarillenta y torcida de ella.

Mientras Michel hacía cábalas sobre la posible profesión del apuesto hombre, vio coómo la pareja, tras pagar la cuenta, se disponía a marchar. Ella se levantó para ponerse el abrigo, ayudada caballerosamente por su compañero. Luego tomó el bolso y un bastón que entregó con delicadeza al dandy. Era un bastón blanco.

El apuesto varón cruzó entonces el café rozando los objetos que encontraba en su camino hacia la salida. Era ciego, como el amor verdadero. Su compañera le abrió la puerta con gentileza y, antes de salir al frío de la calle, le dio un tierno beso.

Michel supo que acababa de encontrar lo que buscaba, porque no podía imaginar amor más perfecto. Palpó las tijeras en su bolsillo y se decidió a seguirlos. Antes de que pudiera llegar a ellos, el chef del Gran Café le detuvo:

-Ella ha encontrado a su príncipe azul- dijo al ver que el niño no perdía de vista a la pareja- en este empleado de correos ciego y él a su princesa de cuento de hadas.

- Eso es porque no puede verla- repuso Michel.


El cocinero soltó una breve carcajada y dijo:

-Se nota que estás pez en esto del amir. Recuerda lo que dijo el pobre Sint-Exupéry, el escritor que se estrelló en su avioneta hace dos años: lo esencial es invisible a los ojos. Todos somos príncipes y princesas hasta que nuestra pareja nos convierte en ranas. Tenlo en cuenta cuando escojas a tu chica: de ti depende que se sienta como una princesa o como una rana. El príncipe o la princesa azul vive dentro de nosotros-concluyó el cocinero antes de liberar al chico-.Ese es el secreto de la atracción: si no te amas porque crees que eres una rana, ninguna princesa te amará. O dicho de otro modo, si no estás enamorado de la vida, la vida no se enamorará de ti.

Trabajando "como Chinos"

Hoy nos han llamado desde China porque les han robado la Gran Muralla China, así que para China que nos hemos ido. Ni os imagináis lo dificil que es atravesar la aduana. Primero necesitamos un pasaporte con el nombre escrito en Chino



Luego han querido comprobar ver si estábamos preparados para vivir en China y realizar los trabajos más "típicos" del país.



¡¡¡ Y hoy por fin, por la tarde, hemos podido llamaros!!! Espero que todos los hayan hecho... Después a disfrutar un rato de la independecia de que "no les vigilen" por el pueblo y así poder conocerse, hablar, ligar... jajajaja  ¡¡¡Cuanta hormona!!! Pero no os preocupéis que las tenemos controladas... a las hormonas me refiero, claro. :)

Ahora ya están durmiendo, bueno llevan ya un rato porque creen que mañana nos vamos otra vez de marcha... Mañana por fin descubrimos nuestra segunda sorpresa de este año: nos vamos a Logroño a pasar el día. Por la mañana al Parque del Ebro, y por la tarde a la piscina de Las Norias. ¡Esperamos que les guste!


jueves, 5 de julio de 2012

Un corazón lleno de estrellas III


Tras cumplir un día de castigo, una tarde de martes Michel salió del orfanato con unas tijeras en el bolsillo.

El invierno se resistía a partir, pero el pequeño casi había dejado de sentir el frío. Ahora tenía una misión. Por extravagante que pareciera el remedio del curandero, estaba dispuesto a cumplirlo y entregar a Herminia las nueve estrellas para que el corazón de su amiga volviera a despertar.

                Le quedaban nueve días para encontrar las nueve clases de amor. Entonces le faltaría aún una estrella, el secreto último del corazón, pero ya se ocuparía de ello en su momento. Antes le esperaba una ardua y peligrosa tarea.

                Dedicó las cuatro horas que podía salir del orfanato a recorrer las calles en busca del primer amor que se le había ocurrido: el amor a la naturaleza.

Torturado por pensamientos negativos y mientras arrancaba hierbajos al lado de la valla, vio pasar a una mujer de la cual tiraban seis perros. Los animales parecían ganar la batalla a su sufrida paseadora.

Al percatarse de la mirada de Michel, se detuvo y con voz aflautada le dijo:

                -¿Me echas una mano? Desde que ha amanecido estos “chicos” tienen demasiado brío.

                -Estaría encantado de ayudarte pero no me dejan salir de aquí, pues todavía no es la hora.

                -Bueno, entonces ayúdame a atarlos. Necesito un descanso.

Michel los ató uno a uno hasta que toda la familia canina quedó a buen recaudo.Aliviada, la dama se apoyó en los barrotes.

                -¿Por qué lleva seis perros?

                -Estaban abandonados, los pobrecitos. Los fueron trayendo a mi casa donde entreno perros para ciegos.

                -Entonces, lo hace usted por amor a los ciegos.

                -Bueno, también podría decirse que lo hago por amor a los perros. Necesitan pertenecer a alguien, como las personas.

Michel pensó que eso era interesante y que ahí podría encontrar el X tipo de amor.

                -¿y usted qué saca de todo esto?

                -Yo les enseño a conducir a un ciego, y ellos me enseñan a mi a conducirme por la vida. Los perros me han enseñado a vivir el presente, a estar alegre sin motivo y a no perder las ganas de jugar. Antes, yo era una persona que nunca mostraba mis sentimientos. Gracias a los perros de la calle ahora sé dar afecto incondicionalmente, no me separo de las personas que quiero. También sé defender lo que amo.

El discurso se interrumpió cuando la instructora se detuvo a desenredar unas correas que se habían enganchado; Michel, aprovechó para dar un tijeretazo a la blusa de la dama.

V. El secreto del amor a los animales.

“los animales nos enseñan a ser humanos”



Carta desde Indochina.

Hasta entonces, Michel sólo había encontrado retales para tejer corazones relacionados con personas o animales. Pero ¿y los árboles que nos dan oxígeno? Por no hablar del agua que nos refresca o el suelo que nos sustenta.

Tenia que buscar un ejemplo de amor a la naturaleza, y el lugar adecuado era el bosque, que los sábados era frecuentado por caminantes y excursionistas.

Michel procuró no alejarse de los senderos, ya que a fin de cuentas necesitaba un ejemplo humano de amor a la naturaleza.

La luz del día empezaba a declinar cuando divisó la figura de un hombre mayor. Pese a la edad el paseante se mantenía en buena forma y el chico tuvo que dar varias zancadas para darle alcance.

                -¿Te has perdido?- preguntó a su perseguidor con un fuerte acento alemán.

Michel supo que aquel hombre le resultaba familiar. Tal vez lo hubiera visto en el periódico o en alguna revista.

                -¿Es usted famoso?

                -Bueno, soy escritor, y he recibido algunos miles de cartas de chicos como tú que me hacen esa pregunta. Me presento. Hermann Hesse. Caminé por estos senderos en mi juventud y he tenido que esperar a que termine esta estúpida guerra para poder volver. Y tú. ¿Qué haces aquí?

Por primera vez Michel decidió explicar su propósito. A continuación, el escritor se apoyó contra un tronco y cruzó los brazos para decirle:

                -No es ninguna tontería, sobre todo porque es por amor a una chica. Pero debes saber que el amor no existe para hacernos felices, sino para mostrarnos cuánto podemos resistir. Yo mismo cortaré una estrella de mi camisa para ti, pero antes quiero que conozcas la carta que me ha mandado un joven monje de Indochina porque te hará entender lo que significa el amor a la naturaleza.

                -Léela tu mismo- dijo tendiéndole la hoja de papel.

Si eres poeta, verás con claridad que hay una nube flotando en esta hoja de papel. Sin una nube, no hay lluvia; sin lluvia, los árboles no pueden crecer, y sin árboles, no se puede hacer papel.

Si miramos aún más profundamente esta hoja de papel, podemos ver en ella el brillo del sol. Si la luz del sol no está ahí, el bosque no puede crecer. En realidad nada podría crecer. Y si seguimos mirando, podemos ver al leñador que cortó el árbol y lo llevó al molino para ser transformado en papel. Y vemos el trigo. Sabemos que el leñador no puede existir sin su pan de todos los días y, por tanto, el trigo que se convirtió en su pan también está en esta hoja de papel. Y la madre y el padre del leñador también están ahí. No hay nada que no puedas incñuir: tu, yo, el tiempo, el espacio, la lluvia, la tierra, los minerales…

Todo coexiste en esta hoja de papel; no estamos aislados. Este papel tan finito, contiene todo el universo.

VI. El secreto del amor a la naturaleza

“El universo entero está presente en esta hoja de papel”